Dulce apocalipsis.
Allí estaba, muy temprano, todavía de noche. Preparaba aquellos deliciosos bollos que dasayunaría todo el barrio antes de comenzar su jornada.
Allí estaba, con la mirada perdida. Con la mirada perdida dentro de aquel montón de jalea rosacea que había preparado para su debut. Esperando que se fundiera lentamente y se mezclara con aquel ingrediente especial.
Mas tarde comenzó a preparar las guindas, con mucho cuidado de camuflarlas perfectamente. Pelando las corneas, carmelizandolas, y colocandolas una a una en las tartas de manzana.
Una hora más tarde sacaba del horno las napolitanas de carne, los pequeños bocaditos de entrañas, los pastelitos viscosos rellenos de crema y hiel.
-Hace una bonita mañana hoy.
Y con esta frase dicha a la nada comenzó a llenar los anaqueles con todas sus creaciones especiales.
-Hace una bonita mañana, un precioso día para el apocalipsis.